No hay día en que, al menos una vez, no escuche a alguien hablar sobre el precio de las consultas privadas de psicología. Las opiniones, como en todo, son un torrente de contrastes. Por un lado, están las personas que utilizan estos servicios, quienes a menudo se quejan de los precios desorbitados que presentan, argumentando que la salud mental se ha convertido en un lujo al alcance de unos pocos. Por otro lado, encontramos a las personas profesionales de la salud mental, que defienden que los precios son proporcionales a los altos costos que implica mantener un gabinete abierto en nuestro país y a la elevadísima inversión necesaria para su formación.
Para entender mejor el panorama actual de la psicología en el Estado español, es crucial tener en cuenta que, desde 2015, para ejercer como psicólogx, es obligatorio obtener un Máster habilitante en Psicología General Sanitaria (MPGS). Esto podría no ser un problema serio si no fuera porque las plazas disponibles en las universidades públicas son extremadamente limitadas en comparación con la cantidad de graduadxs que hay cada año. Como resultado, las universidades privadas están sacando jugo a esta situación, con precios que oscilan entre 10.000 y 15.000 euros. Así que, para aquellxs que vivimos con un salario mínimo interprofesional, las opciones parecen ser vender un órgano o abrir un OnlyFans y esperar que lleguen suscriptores, si queremos habilitarnos en clínica.
Otra alternativa es optar por el PIR, que permite trabajar en el sector público. Esta opción, sin embargo, también tiene su trampa: en nuestro querido país, la oferta anual de plazas públicas es de apenas 275, en contraste con las 5,000 disponibles para Medicina. También está la posibilidad de dedicarse a la docencia, aunque eso implica pagar el máster de capacitación (CAP), que ha pasado de ser casi gratuito y poder completarlo en un mes, a costar 3,000 euros y requerir dos años de dedicación. La última opción, aunque no menos importante, es la investigación, que se puede considerar si unx puede sobrevivir con 900 euros al mes.
Si decidimos dar el paso y estudiar el MPGS, nos encontramos con otro dilema: dedicar unos siete meses a cursos sobre temas que ya hemos visto en la carrera y, posteriormente, casi un año de prácticas que, por supuesto, no serán remuneradas. Esto significa que muchas personas comienzan su carrera profesional con una deuda considerable, ya que muchas tienen que recurrir a créditos para financiar sus estudios ¡Gracias Wert por tu gran atribución a la educación ¡ (Ironía) .
Una vez superado este obstáculo, llega el momento de darse de alta como autónomos, lo que acarrea un gasto mensual de unos 300 euros. A eso se suman las colegiaturas de unos 200 euros al año, seguros de responsabilidad civil, alquiler de despacho, marketing y un sinfín de gastos que se acumulan cuando trabajas por cuenta propia en España.
Aclarado este contexto, considero que el poder estudiar y contar con el tiempo necesario para ello es un privilegio que no todas las personas tienen, por lo que debemos estar agradecidxs. Sin embargo, el acceso a la educación debe ser un derecho para todxs los ciudadanxs. La creciente tendencia a la privatización de la educación es algo que me preocupa profundamente, así como la segmentación del acceso a las disciplinas de la salud en función de criterios económicos. Es alarmante, sin duda.
Coincido plenamente en que todas las personas deberían tener derecho a recibir un servicio de salud mental adaptado a sus posibilidades. No creo que la queja deba recaer sobre lxs profesionales de la psicología, sino que, más bien, deberíamos elevar nuestra voz hacia las instancias gubernamentales, quienes son los máximos responsables de la situación actual, dado el estado de las políticas públicas en materia de salud mental. Uno de los principales deberes de un Estado de derecho es garantizar la seguridad de sus ciudadanxs, y lamentablemente, en lo que respecta a la salud mental, esto no se está cumpliendo. Muchas personas, debido a sus condiciones, se ven privadas de un acceso digno a los servicios de salud mental. Por lo tanto, responsabilizo al sistema en su conjunto de las terribles consecuencias que estamos viviendo como sociedad en relación con este tema.
Así que, mientras las cosas sigan como están, no hay más remedio que rascarse los bolsillos y pagar por tu consulta, si no cumples los requisitos para acceder a los recursos gratuitos disponibles.
Con relación a la pregunta que da pie a este post, la respuesta sobre si es caro o no dependerá también de las prioridades de las personas con capital. Una consulta media de psicología, fisioterapia o dentista suele moverse en precios similares, que se equiparan a una salida nocturna para cenar y tomar un par de copas. Para ilustrar este punto, me gustaría compartir una anécdota que mencionó Ferran Adrià en una entrevista. El célebre chef se defendía de las críticas de amigos que lo cuestionaban por gastar grandes sumas en cenas en restaurantes de prestigio, argumentando que no tenía coche, no gastaba en ropa y vivía en una casa cómoda, pero sin ostentaciones excesivas.
Al final, la salud mental, como la gastronomía de calidad, vale lo que cada uno esté dispuesto a invertir en ella. Las cuestiones son, ¿estás dispuestx a priorizar tu bienestar mental? ¿Estas dispuestx a exigir a los órganos competentes que se respete tu derecho a una sanidad digna y de calidad?
En conclusión, para abordar un tema tan complejo como este , considero que es necesario mantener una perspectiva crítica y contextual, e indagar en todos los aspectos que lo atraviesan, para poder así problematizar la cuestión, pudiendo realizar un proceso de entendimiento común y buscar vías de solución conjunta que nos saquen del lugar de queja individual y/o colectiva, que no hace más que reforzar es hastió y quemazón que muchas sentimos con relación a esta desagradable realidad.
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